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¿Cómo se logra el funcionamiento de un equipo?

La falsa dicotomía: entrenadores o jugadores.
Siempre me he preguntado al ver un partido de fútbol cuánto de eso que se ve es producido por el trabajo del entrenador y su cuerpo técnico y cuánto es creado, inventado o imaginado por el propio jugador o jugadores dentro del campo. Lo cierto es que es imposible saber con certezas cuál de las dos esferas incide más en el funcionamiento que podemos observar dentro del campo.

La única certeza a la que podemos acercarnos, siempre desde una visión y un pensamiento sistémico, holístico, es que la identidad que un equipo manifiesta en la competencia se logra consiguiendo una correcta armonía entre lo que tiene en mente el líder y las cualidades de los jugadores con los que cuenta. Ninguna de las dos dimensiones por sí solas nos dará el éxito necesario para ser un equipo competitivo. Es así que a veces observamos
equipos automáticos, robotizados, predecibles, “sin vida”, donde se ve una gran organización otorgada por el cuerpo técnico, pero en el que no podemos ver el tan necesario caos producido por lo innato de los jugadores, sobretodo en aquellas situaciones donde lo establecido o lo planificado falla. O, por el otro lado, vemos un equipo repleto de buenos jugadores, con
grandes intervenciones individuales, pero en el que no podemos ver una idea clara de juego colectivo que establezca ciertos principios de juego, entonces se produce un exceso de caos y no hay nada que sostenga a esas individualidades, más aún cuando no están en un buen día.
Principios de juego que, como la palabra lo dice, establecen el inicio de la acción que queremos que nuestros jugadores realicen, entendiendo que el desenlace final siempre va a depender de lo que ellos puedan hacer. Tal como lo expresa Lillo, “el entrenador simplemente puede facilitar que sus jugadores tengan tendencia a actuar de determinada manera, pero después son ellos los que de forma no lineal responden a las evoluciones del juego”.

Como todo en la vida, ningún extremo es bueno. Por más talento que tengan tus jugadores o conocimiento que tenga el entrenador, lo verdaderamente idóneo es lograr el equilibro entre ambos. Es esa proporción la que nos va a permitir alcanzar un correcto funcionamiento de equipo, dándonos una identidad única e inigualable, que nos va a posibilitar llevar a cabo un juego fluido, con conceptos de juego claramente observables, sin forzar a los jugadores a hacer algo que no les sale de manera natural. Sí, hay algo que, a mi entender, es innegociable, y es que siempre debe haber una idea en común, que pase por la mente de todos
los jugadores de mi equipo para que todos piensen de la misma manera a la hora de cuándo, dónde y cómo recuperar el balón o cuándo, dónde y cómo administrarlo al disponerlo. Es esa organización de principios de juego la que le va a permitir al jugador desorganizarse y auto organizarse constantemente en el juego permitiendo la aparición de sus talentos individuales, pero siempre dentro de un pensamiento colectivo. Las grandes películas siempre están caracterizadas por tener grandes actores, con talento, impronta, inventiva, con capacidad para meterse en personaje e improvisar, pero todo eso está dentro de un guión, una ambientación y una producción en la que hay mucha gente trabajando, comandados por el director. Una película con los mejores actores, pero sin un guión, o, un director con el mejor de los guiones, pero sin buenos actores, no generarán nunca un producto final tan magnífico como cuando se logra el concierto entre las dos partes.

Metiéndonos de lleno en este proceso en el fútbol, hay dos cuestiones a desarrollar: la primera, es que todo entrenador es ser humano, y como tal ha pasado por un proceso de formación que le ha inculcado ciertos gustos por el juego, conceptos o ideas que son de su agrado, que lo emocionan y que siempre llevará consigo a cualquier equipo que le toque dirigir
(Guardiola y su pasión por la pelota, Simeone y su gusto por la defensa y la pelota parada, Klopp y su capacidad para las transiciones rápidas), esto se conoce como INTENCIÓN PREVIA y siempre establecerá ciertos lineamientos o límites en la idea de juego que se creará. A partir de esto y como segunda cuestión, cuando comienza el trabajo con el grupo de jugadores, se irán dando ciertas relaciones entre ellos, positivas o negativas, que no eran conocidas de antemano por el entrenador y a las cuales se deberá atender para potenciarlas o evitarlas. Además, está todo aquello que el equipo va produciendo en los entrenamientos o competencias y lo que los rivales van desnudando en los partidos (también está la cultura del club o país al que llegamos), todo esto se conoce como INTENCIÓN EN EL ACTO y, sin lugar a dudas, afecta a esos propósitos preliminares de juego que arrastra el entrenador, que deberá ir modificando o adaptando. Teniendo en cuenta estas dos esferas, estará en la capacidad creativa y artística del técnico y su grupo de trabajo poder lograr la correcta unión entre las ideas previas y la realidad contextual del momento para lograr una identidad de juego propia y dinámica que permita jugar bien en
pos de conseguir el resultado del juego.

Jugar bien, que no tiene que ver con lo estético sino con lo funcional. Nunca el resultado está por encima del juego en un proceso de trabajo, pero sabemos que el objetivo es ganar. La mayoría de las veces se confunde el jugar bien con lo bello. A mi entender, citando a Mennotti, “la belleza en el fútbol sale de las cosas bien hechas” y puede ser tan bello un gol logrado en 50 pases, donde la tocaron todos durante dos minutos, como también uno logrado en tres pases a una velocidad y precisión asociativa descomunal; también puede ser bello, según los ojos de quien lo vea, un movimiento defensivo colectivo, inteligente y coordinado a la perfección, que nos permita llevar al rival a jugar la pelota donde queremos recuperarla, o una barrida de atrás en el momento oportuno para quedarse con la pelota. Por eso el jugar bien no tiene que ver con lo estético, sino con lo funcional.

También, para alcanzar el funcionamiento deseado, a esto hay que agregarle el factor humano y el mejoramiento individual del jugador. Todo grupo de trabajo es, primero, un grupo humano y para poder lograr un equipo representativo de mi idea de juego, la base de todo es el convencimiento a través, no sólo del conocimiento, sino, aún más importante, de las relaciones humanas. Los entrenadores profesionales tienen en cuenta cada vez más este aspecto porque en la sociedad en la que vivimos y en el ambiente a veces nocivo del futbolista, las personas necesitan siempre de los valores. Actualmente ya no hay más lugar para los jefes y las órdenes. Hoy las personas necesitan de líderes que las convenzan de que el camino elegido es el correcto y que noten el interés en ellas no sólo es por el producto que puedan dar sino por lo que son individual y humanamente y su capacidad de mejora. El trabajo individual cobra
cada vez más importancia, no sólo en lo conceptual sino, más importante aún, en lo personal. Hoy en día es necesario un feedback bidireccional constante entre CT y jugadores para que estos puedan expresarse y dar a conocer sus inquietudes y dudas, tanto sobre la idea de juego como también sobre los aspectos que pueden o deben trabajar para ser mejores en todo
sentido. Si hay algo en lo que no podemos fallar como entrenadores hoy en día es en el trato cotidiano y en los valores que nos definen como personas, ya que por más cantidad de conocimientos, trayectoria, experiencia y campeonatos tengamos, si no logramos crear una conexión emocional con nuestros jugadores, que evite la aparición de barreras mentales que
impidan el aprendizaje, es muy difícil que haya un desenvolvimiento espontáneo de los protagonistas en el día a día y, por ende, en la competencia.

Por último y para ir finalizando, a diferencia de los actores con los que ejemplificamos anteriormente, el jugador de fútbol vive en la competencia una realidad incierta e impredecible, dada por los rivales y los compañeros, por lo que tiene que estar siempre resolviendo situaciones que, aunque parezcan repetitivas, nunca son iguales. Es decir que constantemente se está auto organizando según lo que demanda el contexto. Es por eso que
la única manera de lograr la paz entre la intención previa y la intención en el acto, entre lo científico y lo creativo, entre el orden y el caos, entre lo colectivo y lo individual, es emulando la mayor cantidad de veces posible esa realidad en los entrenamientos semanales. Es a través de un proceso de entrenamiento inteligente, creativo y artístico, con mayor porcentaje de tareas abiertas, inciertas e impredecibles, y siempre dentro de un marco conceptual dado por el entrenador según el juego que pretende para su equipo, que el jugador podrá “ensayar” su actuación, vivenciando realidades que le darán gran valor contextual y significancia a su
aprendizaje en post de lograr ese tan ansiado funcionamiento.

Bibliografía consultada:
 “La Periodización Táctica es…” (Bertazzo Tobar, Julián – Maciel, Jorge”)
 Materia “Preparación Física y entrenamiento II” – Carrera de entrenador de fútbol (A.T.F.A. Campus virtual)
 Manuel Metodológico Club Gran Rosario – Prof. Enrique Cesana
 Ciclo de charlas “Conversar el fútbol” – Grupo Ekipo

DT Santiago Palmieri, Grupo Ekipo
Director Técnico Nacional (ATFA)
Profesor de Ed. Física (ISEF n°11)
Preparador Físico (757)

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