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Crónica de una final heróica.

En la noche del miércoles, el Mineirao, ese gran escenario donde parece que la cancha es el doble y el pasto no deja correr, vio a Estudiantes de La Plata relucir su mística copera y levantar un resultado adverso, con goles de Gastón Fernández y Mauro Boselli.

El planteo de ambos equipos fue similar al que hicieron en La Plata, sólo que esta vez, Cruzeiro se animó a liberar las subidas de Jonathan y principalmente de Gerson Magrao, con la cobertura de Ramires e intentó manejar un poco más la pelota de lo que lo había hecho en la ida, aunque sin profundizar demasiado.
La estrategia del conjunto brasilero, fue llegar por los costados y complicar con centros fuertes, pero las bandas del visitante estaban muy bien custodiadas por Cellay en la derecha (sector donde el local intentó explotar la mayor cantidad de veces las subidas de su lateral) y Ré en la izquierda. Además, Braña tuvo la misión de controlar a Wagner e interrumpir el circuito de juego, que sólo quedó supeditado a algún cambio de frente preciso o pelotazos frontales al área de los grandes cabeceadores de estudiantes, Schiavi y Desábato, que fue el más dubitativo de una defensa invulnerable.
Estudiantes desde el primer minuto salió a ser el protagonista, procurando en todo momento mantener sus líneas compactas, ejerciendo presión desde los delanteros. Por eso se le facilitó la tarea a Verón, un verdadero líder futbolístico, que se adueñó del medio campo a fuerza de marca, despliegue y toques precisos, y tuvo en Gastón Fernández un socio determinante, resistiendo otra vez la marca pegajosa de Henrique, generando el trabajo ofensivo de asistir a Boselli y el defensivo de aguantar la pelota para darle respiro a sus compañeros, exponiéndose al “foul torpe” de sus marcadores.
Al minuto de juego, el arranque fue promisorio, con la pared que ensayaron Fernández y Verón sobre la derecha. Este sector fue donde el “pincha” más desarrolló su fútbol, tratando de aprovechar las espaldas de G. Magrao en sus escaladas, aunque Enzo Pérez fue más útil en la marca que en sus típicas apariciones por sorpresa.
Al minuto de pasar los “primeros 20 fatales”, G. Fernández dominó con envidiable técnica un pelotazo de Andujar y se las arregló, rodeado por tres casacas azules, para dejarlo sólo a Boselli que le erró la patada a una pelota mansa.
Después de esa acción, Cruzeiro, con la presión de su gente salió como pudo y consiguió preocupar cuando Kléber, el más movedizo de los brasileros, asistió en gran forma a Magrao, que no pudo concretar por la aparición de Schiavi. Durante esos diez minutos el local asedió el arco de Andujar, cuando Wagner se pudo liberar momentáneamente del “Chapu” Braña. Pero el “flaco” frustró a Wellington que nunca pudo conectar por arriba ni por abajo.
En ese momento Alejandro Sabella se mostró impaciente y le recriminó al estático Leandro Benítez que tuviera de cerca a Jonathan, y exigió que su equipo recuperara el dominio perdido.
Llegado a los 30 minutos, cuando Estudiantes había perdido el control de la pelota, “la Bruja” cortó una pelota providencial y pudo generar una contra que finalmente Pérez no pudo aprovechar. Dos minutos más tarde, la Gata asistió otra vez a Boselli, que iba perfilado hacia el arco y Magrao, en estupenda corrida, se la sacó con mucho oficio.
“la Gata” los hacía poner cada vez más nerviosos generando foules, aguantando la pelota y entregando la pelota siempre a buen destino.
Para entonces, el argumento futbolístico de Cruzeiro fue el que lo acompañó casi el resto del partido: bochazos frontales en pelotas paradas o jugadas, y centros desde las bandas, cuando se podía. La pelota estaba en campo local y en los pies de la visita, cuando Carlos Chandía pitó el final del primer tiempo.
La segunda etapa encontró al equipo de casa más decidido y Henrique, que se había volcado a la tarea de correr y pegar, no dudó en probar con su pierna derecha desde media distancia a un Andujar que no tuvo nada que hacer cuando la pelota se desvió en Desábato y se le clavó contra el palo derecho: uno a cero a favor del Cruzeiro, que comenzó a florearse ante un Estudiantes que parecía no tener el mismo aplomo y las mismas piernas del primer tiempo.
Pero tuvo que aparecer la figura Verón, con suficientes corazón, aire y piernas, como para dominar la bocha en la mitad de la cancha y aguantarla hasta verlo a Cellay aparecer por la franja derecha, que a su vez, no se desesperó y puso la pelota en el hueco justo donde Boselli o “la Gata” podían empujarla, y así lo hizo este último. Delirio de los 5000 hinchas que acompañaron al team argentino. Un by pass para los “pincharratas” que comenzaban a creer otra vez.
Desde ese momento la visita volvió a tomar la posta del protagonismo y Cruzeiro se desesperó con el crecimiento de Enzo Pérez por su sector con la pelota en los pies, por la agigantada figura del capitán argentino y ante los laterales que no dejaban respiro, socavando todo intento de juego por las bandas. Adilson Batista decidió sacar a Wagner por Athirson, un delantero más ligero y vertical, pero menos pensante.
A los `73 “la Bruja” envió un tiro de equina preciso, que cortinó Schiavi, para la llegada por detrás de Boselli, burlando a su marca que sólo atinó a hacer caballito, favoreciendo el salto limpio del goleador de la copa con ocho tantos. El resultado demandó que Batista realizara otra modificación: Thiago Riveiro por Wellington, para sorpresa y rechazo de la “torcida”. Ribeiro, Athirson y Kléber, comenzaron a crear espacios pese a la marca encarnizada del equipo entero de La Plata. Las jugadas de pelota quita cada vez fueron más, se jugaba en el campo visitante, mientras se agigantaba la tarea en la marca. Sabella ya había dispuesto la entrada de Juan Díaz por Benítez. El lateral tuvo una intervención clave, al cerrarle el paso a Athirson que enfilaba derecho al arco.
Sobre el final, el D.T. realizó el cambio obligado por lesión de Matías Sánchez por Braña. Segundos después, un córner cerrado despejado a medias, encontró a Thiago Riveiro con la mecha encendida y un posterior cañonazo que hizo temblar el palo y las ilusiones del equipo argentino. Desde ese momento, la suerte del campeón ya estaba echada y Cruzeiro sólo avanzaba por inercia ante los once Hércules vestidos en la piel del león de Citerón. Pasado los tres minutos de alargue, Estudiantes se consagraba campeón de América, sacando a relucir su mística copera, entrando, estos jugadores, en el Olimpo de su rica historia.

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