Esta articulo pretende extractar algunas frases y pensamientos sobre una idea de juego de Juan Manuel Lillo, el entrenador que mas influyo en la filosofía de juego Pep Guardiola.La comprensión del juego debe ser global, contextualizada, pero nunca sectorizada.
Resulta graciosa la frase, muy repetida por cierto, de que “yo no me complico la vida”. Cuando un jugador dice que no se complica la vida, no está hablando de jugar. Está manifestando que siempre toma las mismas decisiones independientemente de lo que pase cada vez. Con esa idea equivocada ocurre que los de atrás se limitan a muy poco porque consideran que lo que tienen que hacer es defender, mientras que los de arriba consideran que sólo se les evalúa por los goles (por eso ahora resulta que casi todos los delanteros hacen todo hacia delante, para bien o para mal, pero adelante). Si los de atrás no quieren jugar para no complicarse la vida y los de arriba tampoco quieren jugar porque sólo buscan acabar, ¿qué hacen los del medio cuando los de atrás no se la dan y los de arriba piensan que están ahí únicamente para meterla? Nosotros hemos colaborado a esto con muchas acciones y con declaraciones del siguiente tipo: “un equipo son dos equipos, uno cuando defiende y otro cuando ataca”. Lo que debemos tener muy claro es que se juega o no se juega. No puede hablarse de un jugador de fútbol manifestando que defiende bien
pero ataca mal porque, entonces, no es jugador de fútbol. Muchos jugadores han encontrado reposo en los propios entrenadores para olvidarse de las funciones globales del juego. Hemos convertido a los jugadores en especialistas de especialistas en función de su tarea, y luego pretendemos que interpreten bien el juego. Pero sólo se puede interpretar bien el juego si hay una conceptuación global del mismo.
Por encima de todo esto, considero que el único parámetro es el jugador. No hay otros parámetros. Con estas divisiones lo que se pretende es llegar a una pureza semántica. Entiendo lo que se quiere decir, entiendo lo que tú indicas, pero debo señalar que en este afán por reducir todo hemos de tener presente que hay unos costes. Los niños realizan su aprendizaje desde el todo hasta la parte, pero nosotros ahora pretendemos hacerlo de la parte al todo, y de la parte al todo no se puede ir. Lo que sí se puede ir es del todo a la parte, y con más motivo en una actividad como el fútbol. No se puede decir que nada es más importante que nada para establecer partes, fases y sectores. Nuestra construcción del conocimiento no es piramidal porque no nos construimos como un edificio, sino que nos construimos como una red. Cada jugador es un mundo que se auto-organiza de una forma distinta. Debemos contemplar las partes desde la prioridad pero no desde la jerarquización. Aquello que resulta importantísimo para uno, puede ser poco importante para otro. El fundamento del juego es el jugador y su capacidad para organizarse él mismo y para ser organizador con el resto. Los buenos jugadores son los que amplían las posibilidades de sus compañeros de equipo.
Sabemos que la posesión del balón no es un fin en sí misma, pero resulta indispensable en el proceso ofensivo. Tenemos el balón para progresar e intentar hacer gol, si bien es cierto que antes que rifarle con el rival es preferible conservarle nosotros porque así es más difícil que nos hagan gol. Es preferible una acción de más que entregar el balón al contrario. También puede tenerse el balón y jugarlo con intención defensiva, como cuando se quiere perder tiempo para conservar una ventaja sin arriesgar el balón. Es evidente que la conservación del balón es colectiva y depende de la colaboración de todos los componentes del equipo.
No obstante, hay unos conceptos básicos relacionados con la conservación del balón, como son, la amplitud (“hacer grande el campo”), los apoyos o salidas al poseedor (rodearle de soluciones coherentes), tener siempre presente que es mejor un pase seguro atrás que un pase confuso hacia delante, jugar de acuerdo a las posibilidades técnicas utilizando pocos contactos y evitando en la medida de lo posible la conducción y el regate.
En el desarrollo del juego existen partes previsibles y partes imprevisibles, partes lógicas y partes ilógicas, partes equilibradas y partes desequilibradas. De todas formas no debemos olvidar nunca que el ser humano tiende al desequilibrio. Hay unas partes, pero es necesario tener en cuenta que en cada parte está el todo. Evidentemente, hay cosas que se repiten, cosas que se parecen más entre ellas, sin ser iguales. Los portugueses hablan de táctica consciente y de táctica subconsciente, de llevar al plano subconsciente situaciones conscientes. Desde el subconsciente es menor el esfuerzo a realizar, auque no debe llegarse al automatismo. Hay una configuración táctica, pero sin cerrarse a una sola situación. Al final todo es impensado, es pensadamente impensado. La situación que va a ocurrir es impensada, esa no la sabe nadie, pero existen unas referencias o pautas por las que las situaciones se van pareciendo y hacen que esperemos de los demás una resolución parecida. Luego ya nos adaptaremos al hecho concreto que ocurra, pero el equipo tiene que saber a que juega. Esto no se consigue reduciendo, sino ampliando.
Los futbolistas que saben jugar interpretan bien si están en superioridad posicional a pesar de estar en inferioridad numérica, o si están en inferioridad posicional a pesar de estar en superioridad numérica. Esto ayuda a entender el juego globalmente. No es coherente encasillarse en el “uno contra uno”, en el “dos contra uno”, en el “tres contra tres”, etc., ya que esto no existe en el juego, no pueden darse estas situaciones, siempre son once contra once. Lo que sí puede hacerse es establecer espacios de intervención, y en función de estos espacios se dan unas situaciones concretas, aunque estas situaciones aparecen y desaparecen continuamente.
Efectivamente, esto necesita muchos matices. Aquí hay muchísimo que considerar y matizar. Inicial y mentalmente siempre he sostenido, y sostengo, que aquel equipo que es capaz de pasar de una mentalidad defensiva a una ofensiva (y viceversa) lo más rápidamente posible, es un gran equipo. Esto es una máxima. Aceptamos que nuestra implicación mental debe llegar hasta ese punto, o sea, si el balón le tiene el rival, todos tenemos que trabajar para recuperarle. Este planteamiento lo hacemos casi todos o, por lo menos, lo exigimos. Sin embargo, lo que no exigimos tanto es que cuando robamos el balón hasta nuestro portero tiene que ser atacante. Esto ya no, porque no vaya a ser que se le pasemos al de atrás o hagamos un pase horizontal y le perdamos. Resulta que queremos que sean delanteros de la mitad del campo para adelante, pero de la mitad del campo para atrás cuanto menos la toquemos mejor. Yo considero que los jugadores más alejados de la situación que estén viviendo, tanto en defensa como en ataque, no pueden intervenir directamente en ninguna de las dos funciones. Es decir, si a mí, como jugador, me han superado mis líneas cuando ya he hecho lo que tenía que hacer y ya no estoy en disposición de defender, tendré que prepararme para atacar. Estoy muy lejos como para defender con mis compañeros así que, entonces, tengo que colocarme en un lugar donde pueda ofrecer una solución de salida.