Lo primero que habría que aclarar, antes de definir lo que entendemos por modelo de juego, son los cimientos conceptuales que lo conforman, ya que precisamente es el fútbol el deporte que terminológicamente ha borrado las líneas fronterizas entre los diferentes conceptos, de tal manera que todo se confunde. Sin ir más lejos, los textos que de alguna manera tutelan y dirigen el conocimiento de nuestros técnicos en fútbol hablan de táctica como algo general y de estrategia como lo particular.
Como deporte de cooperación – oposición, la táctica y la estrategia son dos conceptos fundamentales en el desarrollo del juego, aunque es en el fútbol donde, su especial reconocimiento conceptual, dificulta el entendimiento con investigadores, técnicos y deportistas de otras especialidades deportivas. De hecho, casi todas las definiciones procedentes del estudio de los distintos deportes, aluden a la táctica como situación variable y cambiante sometida al desarrollo del juego y dependiente de la estrategia. Con lo cual, la utilización global del concepto estrategia como determinante de la táctica y que se produce antes del juego, genera controversia con la acotación terminológica que proyecta el mundo del fútbol, al entender, como estrategia, la situación especial de acciones a balón parado, esto es, las ejecuciones de saques o de lanzamientos. Así la Escuela de Nacional de Entrenadores de Fútbol (2003) define la estrategia como “aquellas acciones que se pueden desarrollar en un partido tratando de aprovechar o neutralizar toda clase de lanzamientos a balón parado, y todas estas situaciones son objetos de maniobras elaboradas y desarrolladas (en algunos casos automatizadas) mediante entrenamientos específicos”. Este distanciamiento teórico, de un deporte como el fútbol, de su propia práctica y de las definiciones de la táctica y la estrategia del resto de disciplinas deportivas, que se distinguen también por su formación biorrelacional, contribuye a que existan diferentes perspectivas en las personas que convivimos y nos relacionamos en el fútbol. Por ello, lo que ya se entiende -por casi todos- como un error conceptual de inicio y que pervive en el tiempo, hace que se posibilite aún la utilización de conceptos como estilo de juego, organización, táctica, estrategia, dibujo, etc., para expresar cosas parecidas de una actividad convertida en la Babilonia de los deportes.
Con el fin de reafirmar esta perspectiva conceptual, vamos a apoyarnos en un esquema que aparece a continuación, que ya le permitió a Antón (2003) de breve aclaración terminológica y que “representa una modificación de la perspectiva lineal y dicotómica entre la estrategia y la táctica, propuesta inicialmente por Garganta (1996).
Determinante de la táctica
Partiendo de que la dirección de un equipo, durante el proceso de elaboración del trabajo, contextualizado para la competición, y de desarrollo de los partidos, recae en el cuerpo técnico de un club, podríamos afirmar que los estrategas son aquellos encargados de elaborar la estrategia. Y al hablar de elaboración, nos estamos refiriendo a algo reflexivo, no espontáneo. En realidad, a lo que se traza como modo de actuar. En esta línea, Benito Floro (2004) define la estrategia como “la elaboración de un plan de actuación, una vez que se ha fijado el fin (que es ganar), que se han determinado los objetivos (que no es otro que hacer gol y no recibirlo), que se han analizado los impedimentos (que se centran en los sistemas del rival y las reglas) y que se han analizado los medios que se tienen para solventarlos (en este caso serían los sistemas propios de juego y también las reglas); la elaboración global de la temporada y de cada partido es la estrategia”. Es lógico entender, como lo hace la Real Academia Española, la estrategia como un arte, ya que evaluar, previamente, las posibilidades de un equipo frente a otro y, una vez en competición, activar otras acciones o mantener las decisiones según las variables que se den, exige capacidad y decisión. De ahí, que la estrategia en el fútbol diseñe unas intenciones estratégicas ofensivas y otras defensivas, que determinan el análisis de las funcionalidades, capacidades y características de los unos y los otros. Por lo tanto, el conocimiento y la expresión de todo ello se describe con la puesta en escena de un sistema de juego, entendido no solamente como ubicación de partida, sino como el modelo colectivo escogido para competir con los futbolistas determinados y ensamblados según características y funciones. Esto, unido a los principios a utilizar y a la idea de juego ofensiva y defensiva, conformaría el modelo de juego de un equipo.
La evidencia de que la estrategia marca el comportamiento del equipo y que este guión previo viene determinado por el estudio y el análisis de los técnicos, hace que en trabajos como los de Jiménez Bonilla (2004) se defina la estrategia operativa como “la adaptación de los sistemas de juego a la especificidad de cada encuentro, la cual surge de la observación y el análisis de las actuaciones de dicho equipo en sus partidos previos, de tal forma que nos permita establecer cuáles son sus puntos fuertes y débiles para poder reducir y neutralizar el potencial de unos e intentar aprovecharnos de otros”.
Claro que, después de conocer la definición de lo que es un partido de fútbol, necesitamos conocer que sucede cuando se pone en acción la estrategia, esto es, cuando un equipo empieza a intentar describir su propuesta previa. Se comienza a afrontar el campo de lo táctico, ya que el desarrollo de esas intenciones estratégicas ante otro equipo en un terreno de juego es lo que definimos como táctica. De la misma forma que en la planificación militar, la estrategia significaría la forma de afrontar una guerra, mientras que la táctica expresaría cómo actuar en cada batalla. Esa lucha por imponer la estrategia previa sobre el otro, ese enfrentamiento de modos y medios técnico – tácticos, debe describir la forma de competir escogida por cada equipo y deben recoger tanto las pautas ofensivas, como el método defensivo. Sin embargo, desde la Escuela Nacional de Entrenadores de Fútbol (2003) se afirma que “generalmente los ataques se improvisan y las acciones defensivas se organizan”, razón por la cual los técnicos transmitimos erróneamente un mensaje de improvisación en ataque, favorecido por el erróneo tópico creado que no se debe coartar la libertad del futbolista, como si fijar un modo de operar cuando un equipo posee el balón, fuese un chaleco lastrado para cada futbolista de ese conjunto.