Entrenar no es lo importante. Lo importante es entrenar y que sea captado por el jugador. Pero hay algo mucho más importante, que sea capaz de llevarlo a la competición. Y por último, lo extraordinariamente relevante es transferir lo entrenado y se pueda obtener resultados. (Manuel Conde, 2009).
En nuestro afán por perseguir la máxima citada, 'Eficacia competitiva', entendemos que la dinámica de trabajo semanal, dentro de una flexibilidad marcada por el contexto, ha de planificarse en base a dos criterios:
1) La orientación de las tareas hacia el juego y a nuestro modelo de juego, esto es, la especificidad de las mismas con respecto al jugar y al jugar de nuestro equipo.
2) El principio de entereza inquebrantable del juego y del ser humano. Se trata, de guiar a todas las estructuras conformantes del jugador, por un carril común, hacia un destino conjunto, en el que la optimización de la manera de jugar pretendida para la competición inminente se presente como la meta final, pero no entendida la misma como un punto y final, sino como un nuevo punto de partida desde donde el equipo comience de nuevo a potenciar y hacer emerger nuevas relaciones , interacciones y asociaciones grupales que mejoren cada vez más nuestro rendimiento, partido a partido.
Trabajar sobre el presente, semana a semana, exige que tengamos una mente abierta y flexible al cambio, preparada para el reajuste constante, y guiada por la observación diaria del estado de nuestro equipo, porque habrá muchos días en los que tengamos que cambiar lo que ya teníamos planificado, por diversos motivos, porque el equipo lleva dos jornadas sin ganar y reajustar aspectos tácticos específicos es prioritario en ese momento, porque el próximo rival presenta una serie de desequilibrios/debilidades a las que debemos dedicar más tiempo para potenciar su aparición, porque el día anterior realizamos una sesión en la que hubo mucha competitividad en el grupo y el desgaste fue muy alto, porque hicimos una tarea de finalización y el equipo mostró un bajo rendimiento con el consiguiente deterioro emocional que ello supone por un sin fin de razones!, debemos estar preparados y predispuestos para este más que posible cambio y reajuste de planes, porque lo que determina que hagamos bien nuestro trabajo es sobre todo el aspecto humano, cuantificar, coger estadísticas, hacer test..etc.., lo sabemos hacer todos, pero escuchar, comprender, saber lo que necesita el jugador/equipo en cada momento, se presenta como una tarea mucho más difícil y en la que todos debemos profundizar, porque no debemos olvidar en ningún momento, que trabajamos con y nos debemos a personas.
Por todo lo señalado, personalmente no me gusta hablar de tipos de microciclo (ajuste, tual en el que no se compita y los primeros de la temporada, a los que sí podríamos llamar de acumulación/adaptación/preparación, el resto, en su totalidad, son microciclos competitivos, con sus posibles variables contextuales, pero respondiendo todos a una misma dinámica semanal, entendida esta no como una pauta fija de trabajo (en cuanto a días de entrenamiento y descanso, tiempos de trabajo, contenidos y demás), sino como una línea progresiva a seguir, sobre la cual el equipo irá asentándose y creciendo, guiándose en todo momento por el jugar que queremos para nuestro equipo y las priorida- des para cada estructura que consideremos imprescindibles de potenciar.
Desde el segundo microciclo semanal de la temporada, y estoy hablando del periodo al que convencionalmente llamamos periodo precompetitivo, los microciclos son básicamente iguales hasta el final de la temporada. Tanto a nivel de los principios y objetivos de trabajo, como a nivel físico. Solo al nivel de la dominante táctico técnica es donde voy haciendo modificaciones en los contenidos a potenciar, en función de las dificultades sufridas en el partido (J. Mourinho).
Compendiando nuestro sentir personal, el microciclo tipo a utilizar durante toda la temporada, sería aquel que sin salirse de la dinámica de trabajo antes mencionada y ajustándose diariamente a los requisitos puntuales, se traslade de aquello más general a lo más específico, es decir, que comience la semana por aspectos más globales siempre presentes (a nivel de todas las estructuras), y progrese hasta derivar en aquellos más concretos como los detalles posicionales o tácticos.
Como se intuye, la dimensión táctica de nuestro juego pretendido, guiará los contenidos de cada microciclo, y sobre esta, potenciaremos y priorizaremos el resto de mismas se desarrollen en y para nuestra especificidad de juego, creciendo de manera simultánea, y logrando así una mayor transferencia competitiva.
Intuyo que posiblemente mi falta de concreción y detalle les deje insatisfechos, (yo también era de los que buscaba recetas infalibles en los libros), pero he de decir que lo siento, me es imposible dar más detalles, no porque recele de un posible plagio metodológico, ni mucho menos, (no poseo más conocimientos que nadie), tampoco porque carezca de un patrón base semanal, simplemente, porque desconozco su con- texto, porque desconozco sus necesidades y sobre todo, porque también desconozco las mías, las de mi equipo.
No puedo decirles que es mejor recuperar el día posterior al partido para al siguiente dar descanso, tampoco que si hacen doble sesión sea el martes o el miércoles, ni mi contexto, porque no sé cómo estará el equipo en ese momento, porque no sé lo que demandará la situación, porque no puedo predecir con tanta antelación lo que les ven- drá mejor. Si todo estuviera tan claro, tan cerrado, y respondiese a leyes tan exactas, cualquiera podría ser entrenador o preparador físico, bastaría con dominar 4 leyes o principios y aplicarlos.
A mi entender, como ya dije antes, el verdadero talento de un profesional radica en saber leer las situaciones, y en base a esta lectura actuar. Las tareas que planteemos durante la semana no son ni buenas ni malas ni tendrán un efecto de forma universal, sino que estarán condicionadas por lo que se ha venido haciendo en los días y semanas anteriores, de forma que entendamos el proceso de entrenamiento como una realidad fractal. Nuestra subjetividad para la interpretación de situaciones, momentos y estados, se presenta como una planta que debemos regar, alimentar, y dejar aflorar de una manera indisputable.