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¿Que es un Sistema de Juego?

2015 03 30 001

Los sistemas de juego aparecen descritos en el fútbol como algo estático y como una mera distribución determinante para el comportamiento de los equipos. Sin embargo, analizando los enfrentamientos de unos contra otros vemos que los modelos de organización competitiva no son tan estereotipados, ni se pueden resumir en cuatro o cinco números (1-4-2-3-1, por ejemplo), ya que reflejan como característica principal la flexibilidad. Actualmente, el fútbol lo rige la cultura de la sorpresa, basada en otros conceptos del juego como “no matar los espacios”, “ir a”, “aparecer en”, “llegar a” precisamente por la necesidad, no solamente de romper las barreras montadas por el mayor número de jugadores que ahora hay detrás del balón, sino porque parte de ellos son los que tienen que asumir el otro rol una vez se recupere el balón. Entendemos, entonces, que estamos ante un fútbol, como juego, mucho más complejo y que empieza a requerir una metodología formativa y una secuencia diferente en el trabajo diario con los futbolistas. Jean-Francis Gréhaigne (2001), siguiendo esta línea, empezó a considerar la poca utilidad del concepto sistema de juego para el comportamiento camaleónico que comienzan a tener los equipos durante un encuentro de fútbol. De hecho, afirma que “se puede pensar que se ha pasado de la noción de sistema de juego a la de trama de juego, que puede definirse como el conjunto de los principios tácticos que organizan un equipo. En el fútbol moderno de alta competición no existe, en teoría, un sistema estricto y rígido. A partir de una trama de juego común, en función de la importancia del partido, de la evolución del marcador y del transcurso del tiempo, los jugadores pueden cambiar o hacer evolucionar su modo de juego adoptando un tipo de comportamiento u otro”. En un deporte de equipo, en un juego como el fútbol, hay que coordinar las tareas de conjunto cuando un equipo posee el balón (cuando ataca) y sincronizar la actividad de oponerse al equipo que lo posee. Por ello, resulta básico clarificar las leyes que dirigen el comportamiento colectivo e individual de un equipo que ataca y la normativa que caracteriza la conducta del equipo que se opone y se resiste.

La “Torre de Babel” conceptual que da sombra al Fútbol ofrece un contraste experimental desde la definición de sistema ofrecida, desde siempre, por la Escuela Nacional de Entrenadores (1985) entendida como “posición de un equipo, dentro del terreno de juego, antes del movimiento de jugadores”. Esta definición demuestra como se vienen repitiendo conceptualizaciones erróneas desde los inicios teóricos. Y es que, por un lado, se nos describe el sistema de juego como algo estático, cuando es una cuestión claramente dinámica, y, por otro lado, es una conclusión que tampoco se ajusta a la realidad desde el momento en que visionamos el enfrentamiento de dos equipos, ya que nadie se posiciona así, ni siquiera antes de comenzar un partido. Las posiciones en las que se distribuyen los futbolistas de un equipo, antes de ponerse en movimiento, obedecen únicamente al aprovechamiento o neutralización de un saque de meta, saque de centro, faltas, etc. Es curioso como el único deporte colectivo que define, de forma diferente al resto, los conceptos de organización del juego es el fútbol, desviándose, por tanto, de la línea definitoria que realizan, al respecto, los estudios actuales de las condiciones, los modos de funcionamiento y de los resultados de su puesta en acción. No vamos a entrar en la recopilación del proceso evolutivo que ha tenido el concepto sistema en las últimas décadas. Sin embargo, para un mejor tratamiento del término, si debemos partir de una definición que respete el camino guiado por la observación y el análisis del comportamiento de los equipos. Por eso, nosotros optamos por definir un sistema de juego como las referencias pautadas que sirven de unión imaginaria y funcional entre los miembros de un equipo para dinamizar las resoluciones individuales y colectivas de los requerimientos y exigencias del doble juego del fútbol, dicho de otra manera, es la forma que se escoge para jugar colectivamente frente a otro equipo, desarrollando el modo en el que se ataca y la manera en que se defiende y con quiénes se realiza ambas dinámicas. Si entendemos, por tanto, que el concepto sistema describe un conjunto de reglas o principios que se enlazan, que se ordenan o se relacionan entre sí, en el ámbito del deporte del fútbol lo conceptualizamos desde la base, por un lado, en que la acción de un jugador es una pieza del puzzle que representa el funcionamiento del equipo y, por otro lado, en que el juego es en realidad un sistema de relaciones que se producen en las situaciones motrices de colaboración y oposición. De ahí que el concepto sistema tenga una definición totalmente diferente en el resto de deportes de cooperación y oposición, ya que, al tener menor número de jugadores y menor espacio sociomotriz, es mucho más sencillo realzar el lógico valor que poseen los movimientos y las acciones frente a la ejecución de la jugada que esa relación posibilita.

Quizás en el fútbol, por ese número mayor de jugadores y de espacio de comunicación, habría que definir todas esas relaciones con un concepto más flexible, integrador de unas infinitas posibilidades, por lo ilimitadas que son sus interacciones. Y es que desde el momento que comenzamos un análisis partiendo de la utilización del concepto “modelo de juego”, por muy fragmentario y disperso que se pretenda ser en el enfoque a ofrecer, se está confiriendo un carácter de global, totalizando los elementos que integran el conjunto y la dinámica de sus ilimitadas interacciones y sintetizando la organización y las combinaciones de las acciones. Entendemos, entonces, el modelo de juego como el constructo general, significándose el dibujo sistémico como constructo particular.

Se puede afirmar que los modelos de juego en el fútbol son más que un sistema de distribución de jugadores, pues su dinámica posee un grado de complejidad alto, ya que persigue la organización de los futbolistas que interaccionan a través de reglas de acción intrínsecas al mismo. El modelo de juego considera la organización desde su totalidad, objetivizando el complejo ensamblaje de tendencias, funcionalidades y características que se produce entre todas las posiciones ocupadas por futbolistas en un equipo. Walliser (1977)) define un sistema como cuasidivisible “si puede descomponerse en subsistemas casi aislados, relacionados entre ellos y con el entorno”.Y es que la relación entre los integrantes más próximos de un equipo, con respecto a los distantes, deduce la existencias de subsistemas que interaccionan, esto es, lo que en el fútbol se da en llamar pequeñas sociedades que se unen y se combinan por unas pautas de comportamiento que transmiten coherencia en lo que describen en el terreno de juego.

Cuando analizamos uno de los parámetros fundamentales para la comprensión de este juego, el espacio, en el desarrollo del esquema que denominamos como geografía del juego, destacamos territorios delimitados por líneas y calles imaginarias que se definían por el comportamiento táctico de los futbolistas en referencia a otros y al balón. Clasificamos así la zona próxima al balón y la diferenciamos de otras dos como la intermedia y la distante. Realmente, estas diferencias y dependencias que se crean entre los elementos que integran un equipo, suponen el lazo regulador de los subsistemas que se unen en el tapiz verde del terreno de juego en forma de bordado, más o menos simétrico dependiendo de la mejor reorganización de las características y tendencias de los elementos jerárquicos y complementarios. Las calles, las líneas, la extensión del juego, las posiciones, se convierten así en las coordenadas del dibujo sistémico y, la mayor o menor consideración productiva de estos ejes espaciales, encasillarán y describirán las características de un sistema, que unida a los principios de juego e idea ofensiva y defensiva conformaría el modelo de juego utilizado.

Aunque un modelo de juego posee invariantes que lo definen, si la estructura de una parte del mismo, el sistema de juego viene definida por el conjunto de características y la combinación de la totalidad de las sociedades, toda modificación o variante al sistema se produce desde su funcionamiento y, como consecuencia de esa evolución en la dinámica del juego, emerge su efecto en la estructura. Entendemos, entonces, que si el funcionamiento de un sistema de juego lo marca la conexión entre sociedades, sus potencialidades y las características y tendencias de cada una de ellas y de sus elementos entre sí, la evolución de los sistemas de juego es determinada por la coexistencia de invariantes espacio-temporales y cualitativas con variantes en cuanto a la interrelación entre elementos de los subsistemas y la comunicación con el resto de la totalidad. Al mismo tiempo, es muy frecuente encontrar equipos con sistema de juego, pero sin funcionamiento del mismo, con un dibujo sistémico que no se activa, bien por la poca relación entre sociedades, por una alimentación entre las redes de comunicación imprevisible por su improvisación y la falta de conexión entre líneas, a causa de buscar el mismo objetivo por caminos diferentes o no preestablecidos. Dicho de otro modo, la existencia o no de un sistema de juego en un equipo no viene determinada por la posición que adopten los jugadores en el terreno de juego, sino que de esa distribución emerja la forma de jugar colectivamente frente a un rival, cuando se tenga el balón y cuando no se tenga.

El sostén de un equipo es el mismo que el de una persona: el esqueleto. De ahí que podamos definir la estructura del sistema de juego como las propiedades invariables que posee el mismo, que garantizan la permanencia de sus características y la existencia de un dibujo sistémico continuo. Por lo tanto, variar elementos de su estructura, significaría un cambio del entramado comunicativo y, consecuentemente, evolucionar el propio sistema de juego.

La activación de un sistema, su funcionamiento, se desarrolla a través de la relación colaboracional de los diferentes subsistemas o microsociedades que se transforman en la lucha espacial y temporal con los subsistemas adversarios. Este entorno de enfrentamientos provoca unas transformaciones controladas por los elementos estructurales del sistema que se convierten, con sus características y funciones, en los generadores de la red comunicativa del cuerpo sistémico. Por ello, la evolución de un sistema de juego resulta de las modificaciones organizativas de las microsociedades o de las variaciones de los elementos estructurales o de la relación de éstos con los subsistemas y con los efectos del enfrentamiento. Esto se puede ver, por ejemplo, en un cambio de la forma de competir, que, por necesidades del guión, del marcador, etc., se pasa a jugar de forma directa, con lo cual, el sistema sigue siendo el mismo, pero el modelo de juego no, ya que la relación de los elementos estructurales, con el resto es a través de otro tipo de alimentación (con unos principios que se anulan frente a otros que se activan), de una comunicación menos combinativa.

Todo esto nos hace no estar muy de acuerdo con la eterna evidencia que existe en el fútbol de que los equipos se construyen desde atrás hacia delante. Particularmente, creemos que procede de una mala interpretación de los números finales de las competiciones, que siempre señalan a los que menos goles reciben, como los mejores. Máxime cuando las primeras líneas de presión son las de arriba. Pensamos, entonces, que el ensamblaje y el rompecabezas de los equipos parten de los elementos jerárquicos. A través de la inclusión de los elementos jerárquicos, a corto plazo, en el guión de un partido y, si es en el momento de la construcción inicial de la plantilla, en las posibilidades y objetivos del club en la competición, se debería comenzar el puzzle complementando esas características, esas posiciones y esas funcionalidades. Por ejemplo, si lo mejor que tuviese un equipo fuese tres jugadores atacantes, se entiende que se debería partir prioritariamente de su utilización, compensando su participación con las cualidades del resto. En realidad, se puede estar habituado a colocar tres futbolistas, no defensas, que ofrecen muchísima estabilidad defensiva y una gran solidez en el comportamiento sin balón cuando el equipo ataca, pero si se va a dirigir a un equipo con cuatro jugadores ofensivos muy buenos, habría que describir un dibujo sistémico a partir de la inclusión de estos cuatro futbolistas. Jean – Francis Gréhaigne (2001), especialista en la didáctica de los deportes de equipo, sigue esta línea de conocimiento de la estructura de las actividades a través del análisis sistémico, llegar así al “conjunto de las relaciones jerárquicas y funcionales entre los jugadores que actúan de un partido estableciendo las atribuciones de cada uno y sus interacciones”.

Si a través del modelo de juego hemos definido al equipo como una realidad dinámica, marcada por la continua variabilidad de un juego que continuamente reproduce situaciones desiguales en sus condiciones, en sus decisiones o en sus resultados, podríamos afirmar que una de las propiedades de los sistemas de juego, como parte de la estructura del modelo de juego de un equipo, es poseer una dinámica obligatoria de reajuste de la gestión del desorden que genera el comportamiento con y sin balón del conjunto frente al adversario. La competición está cargada de incertidumbre y describe la dinámica como no fija: no es lo mismo ayer que hoy, es diferente el minuto 10 que el 80, no tiene nada que ver ir ganando que perdiendo, ni se produce lo mismo con angustia clasificatoria que sin ella. Por lo tanto, la dinámica no es lineal en la ida, esto es, en el desarrollo de cada unidad de competición (definido por el momento en que un equipo recupera el balón hasta que lo pierde, si es una unidad de competición ofensiva, y el desarrollo de un equipo mientras trata de recuperar el balón hasta que lo consigue, si se habla de una unidad de competición defensiva), ya que se produce un desorden -intencionado o no- que hay que corregir.

Todo sistema de juego se presenta con una contradinámica que representa al conjunto de reajustes del desorden que produce la gestión de la forma de competir ideada por un equipo durante el juego. Esta propiedad es la que ha confundido a muchas personas vinculadas al fútbol a definir el sistema de juego como una plataforma de partida, cuando es tan solo una característica que corrige la deformidad postural del grupo en referencia al balón, a los futbolistas, al espacio y al reglamento. La dependencia de factores mayoritariamente no sistemáticos genera la necesidad de unos factores de reajuste codificados por el grupo en forma de combinación de roles, de cuerpo de pautas tácticas y redes de comunicación. En realidad, el entrenador debe idear para el grupo determinadas microestrategias para paliar el desorden que ha generado la forma de defender para comenzar a atacar y para corregir la dimensión ofensiva, ya finalizada, para la acción de defender y recuperar la posesión del balón. Todo esto es parte del modelo de juego. De ahí que se identifiquen para gestionar las pautas de orden y de reajustes tres tipos de referencias espaciales que, de su relación, ayuden a estructurar el juego de un equipo:

A) La zona próxima al balón, viene a ser, cuando se defiende, un espacio de acoso al poseedor o, si se ataca, de discriminación; en definitiva, viene a ser, tanto en uno como en otro rol, la unidad del volumen espacial que centra a uno con el resto de referencias.

B) La zona intermedia se convierte, para el equipo que no posee el balón, en un espacio de marcaje y ayuda para reducir las trayectorias de pase y de progresión; mientras que para los futbolistas del equipo que poseen el balón es un espacio de apoyo para mantener la posesión o para facilitar la progresión y la ruptura.

C) La zona distante, al igual que la anterior, al no estar el balón, es para el equipo que defiende un espacio de marcaje y de vigilancia, aunque en futbolistas con funcionalidad ofensiva puede ser de primera salida para una transición rá En ataque, los futbolistas más alejados ofrecen amplitud y posibilidad de agrande al juego ofensivo.

En resumen, un sistema de juego englobaría la formación o dibujo sistémico, entendido como la distribución de los futbolistas en el terreno de juego, unida a la alineación, ya que las características y tendencias de los jugadores variaría la funcionalidad del mismo y el ensamblaje con los próximos frente a los adversarios y la idea.

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