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La coordinación entre los diferentes jugadores del equipo: operacionalizacion del modelo de juego

Como se ha explicado ya, a nivel general no podemos entender el comportamiento de los jugadores en el fútbol solamente como un factor individual, sino que por ejemplo la velocidad en el juego vendrá determinada por la coordinación eficaz entre los jugadores. Ya en este sentido Lago (2002), nos describe la velocidad colectiva en el fútbol en fase de posesión de la pelota como la desarrollada por el jugador que tiene la posesión de balón en colaboración con sus compañeros de equipo, que deben ayudarle ofreciéndole una continuidad comunicativa mediante una apoyo o un espacio libre, y la velocidad colectiva en fase de no posesión de la pelota como la desarrollada por los jugadores del equipo que no tienen la posesión de la pelota como la desarrollada por los jugadores del equipo que no tienen la posesión del móvil y defienden la evolución y aproximación espacial del balón o del jugador contrario. Además nos advierte que la velocidad colectiva del equipo determina la velocidad de juego por encima de la de cualquiera de sus jugadores.

 

Una vez que entendemos la velocidad como algo colectivo, debemos estudiar el funcionamiento del sistema de jugadores para organizar así el proceso de entrenamiento en función de cómo se produzcan estas relaciones entre los jugadores. Y llegado este momento, nos planteamos si el funcionamiento del equipo puede entenderse como el de un sistema dinámico que se auto – organiza. Como hemos mencionado ya, Diegoli (2005), Maturana y Varela, y Luhmann nos proponen el análisis de los sistemas sociales entendidos como sistemas dinámicos que se auto – organizan. Más concretamente, en el ámbito deportivo Grêhaigne et. Al (1997) y McGarry et. Al (2002) proponen el análisis de las competiciones deportivas en general y los deportes de equipo en particular como sistemas dinámicos compuestos por muchas partes interactivas, como por ejemplo los jugadores, el árbitro, etc. Así, los dos equipos interactúan condicionándose mutuamente, y lo movimientos defensivos de un equipo facilitan unos determinados comportamientos ofensivos del equipo rival, a la vez que estos comportamientos ofensivos condicionan y facilitan la emergencia de ciertos comportamientos en el sistema defensivo del oponente. Por ejemplo, la presión intensa tras pérdida de pelota de un equipo provocará un tipo de comportamientos diferentes en el equipo rival que ha recuperada la posesión en comparación a su interacción con otro equipo que tras pérdida de pelota repliegue rápido en campo propio. De ésta forma, el comportamiento de nuestro equipo no será independientemente del rival, sino que existirá condicionamiento mutuo entre ambos equipos, por lo que no podemos pensar que nuestro modelo de juego puede ser completamente ajeno al rival al que nos enfrentamos.

 

De hecho, tal y como concluyen Passos et. Al (2009), las decisiones – acciones de los jugadores en los deportes colectivos están muy influenciadas por las emergentes reglas de interacción local más que por instrucciones dadas a priori, es decir, las interacciones entre jugadores condicionan la emergencia de un u otro comportamiento, por lo que las decisiones – acciones de los diferentes jugadores no permanecen independientes unas de las otras, siendo así el comportamiento del equipo un propiedad emergente fruto de la interacción entre jugadores. De esta forma cada jugador depende de lo que el resto de jugadores está haciendo y de lo que han hecho anteriormente (Passos, 2008), por lo que la probabilidad de éxito de los jugadores se vería muy influenciada por el comportamiento emergente de los demás jugadores, sobretodo en zonas de juego próximas a su área de interacción. Así, como resultado de la inteligencia colectiva, es decir, de las interacciones entre jugadores, surgen estructuras de comportamiento más complejas que los propios jugadores, y la estructura compleja que surge de esta interacción no puede reducirse al estudio de los diferentes jugadores. Por lo tanto, para conseguir que la interacción funcional de los jugadores derive en la expresión de unas conductas coordinadas, entendidas como el modelo de juego del equipo, debemos respetar estas relaciones funcionales entre los jugadores. Por lo tanto, para conseguir que la interacción funcional de los jugadores derive en la expresión de unas conductas coordinadas, entendidas como el modelo de juego del equipo, debemos respetar estas relaciones funcionales entre los jugadores, lo que nos llevará a la verdadera especificidad del proceso de entrenamiento, permitiendo la creación de sinergias funcionales entre los distintos jugadores. Deberíamos pues organizar el entrenamiento desde el entendimiento del equipo como una entidad, un sistema dinámico complejo, con todo lo que ello conlleva en relación a los principios de entrenamiento (desarrollados a lo largo del presente trabajo), creando situaciones de entrenamiento que presionen al sistema para la emergencia de ciertas relaciones entre los jugadores del equipo. Es decir, no manteniendo sólo los procesos de percepción y acción propios del fútbol, sino también los flujos de información específicos de las interacciones preferentes entre nuestros jugadores.

 

En este sentido, Seirul-lo (2009b) explica que “sólo aquel ejecutor que por su experiencia de pre – implicación practique sus actuaciones en esa sub-zona límite, podrá constituir modos de interacción altamente eficientes para el logro de sus objetivos. Las formas de interactuar son congruentes con los criterios informacionales, y las condiciones de comunicación, a través del pase del balón con los pies, y son determinantes en la significación de las posibles formas de interacción entre los componentes del juego en el espacio – tiempo del partido”. Pero este proceso no debería ser sólo referido a la observación individual de cada uno, sino entendiendo la creatividad como una realidad que se produce a diferentes escalas, entendiendo que de la emergencia de comportamientos individuales simples, que estudiados aisladamente no representan las características básicas de lo que entendemos por creatividad, al relacionarse entre ellos, fruto de ésta interacción nace un comportamiento colectivo que podemos entender como creativo, atendiendo a la realidad fractal del juego, por lo que debemos promover éstas situaciones “en el borde del caos” en el comportamiento colectivo del equipo, más que intentar “mecanizar” unos determinados comportamientos. Siendo esto así, a atendiendo a la realidad incierta del juego, en el que la incertidumbre está siempre presente en un mayor o menor grado, deberíamos plantearnos por qué los métodos de entrenamiento mayormente utilizados están orientados a la preparación de los jugadores para la certeza y consistencia de sus comportamientos en lugar de prepararlos para la incertidumbre real del juego?.

 

Así, tal y como nos sugiere Araújo (2005), la coordinación interpersonal puede ser estudiada desde la emergencia y regulación de estados coordinados a través de procesos perceptivos inherentes, basados en la dinámica entre individuos de un mismo grupo. Así pues, el entrenador tendrá que estimular los procesos interactivos que se producen entre jugadores. La modificación en las características de la tarea, así como las explicaciones que ayuden en la creación de un sistema de creencias en el grupo, facilitarán de emergencia de unos determinados comportamientos colectivo. Las órdenes del entrenador deberían ir dirigidas, más que al guiamiento de unas acciones determinadas, a facilitar la percepción de unas determinadas posibilidades de acción.

 

Para Fajen et. al (2009) las interacciones sociales están entre los comportamientos humanos más fundamentales, por lo que las otras personas son componentes esenciales del entorno individual de cada deportista. De esta forma no podemos considerar completo el análisis del ciclo de percepción – acción si no tenemos en cuenta los aspectos sociales del mismo (Marsh et. al, 2006), y es en este sentido cuando, retomando el concepto de “affordances” de Fajen, Riley & Turvey (2009), que proponen tres categorías de posibilitadotes o facilitadotes para las situaciones de interacción con otros jugadores. La primera de estas categorías es la percepción de las posibilidades de acción que tiene el rival. De esta forma, aunque no esté del todo claro el proceso mediante el que un deportista percibe estas factibilidades en sus oponentes, está claro que será clave esto a la hora de, por ejemplo, anticipar un movimiento que el rival va a hacer. Por ejemplo, el portero que consiga una mejor percepción de las posibilidades de finalización de sus rivales tendrá mayor posibilidad de lograr ajustar su acción a las necesidades del entorno según las probabilidades de evolución del mismo. En segundo lugar es básica la percepción de las posibilidades de acción que emerge fruto de la interacción entre varios jugadores. En unas mismas circunstancias, la interacción entre dos o más jugadores provocará la emergencia de nuevas posibilidades de acción fruto de esta cooperación, lo que debe ser captado por los jugadores que tienen posibilidades de interacción entre ellos. Una defensa adelantada será efectiva a o no en función de las posibilidades que tengan los jugadores del equipo contrario de generar una situación de superioridad en su espalda según sus posibilidades de interacción, por lo que el equipo deberá organizarse de forma que evite que se produzcan estas posibilidades perjudiciales para sus intereses en el juego. En último lugar se hace referencia a la posibilidad de percibir las posibilidades de acción que nos ofrecen los jugadores rivales en función de sus características, lo que permitirá a nuestros deportistas explotar las vulnerabilidades de los jugadores rivales. Este proceso se producirá a diferentes escalas, es decir, en función de la interacción entre varios jugadores, interactuando los diferentes tipos de “affordances”, por lo que un grupo de jugadores puede ser considerado como una unidad funcional que deben percibir – actuar en función de las posibilidades de acción que se presenten en su interacción con otro grupo de jugadores.

 

Es por todo lo mencionado hasta ahora que parece claro que las acciones de los jugadores no sólo no serán independientes de las de sus compañeros, sino que también estarán altamente influenciadas por las acciones de sus oponentes. Así, resultan como mínimo cuestionables las tareas de entrenamiento en que los entrenadores intentan “mecanizar” un comportamiento del equipo en situaciones de juego sin oposición, para que luego estos comportamientos se reproduzcan en el entorno competitivo, lo que puede limitar las posibilidades de los jugadores y de nuestro equipo en generar o captar estas posibilidades de acción / interacción en el juego, claves para la adaptación eficaz y eficiente al entorno competitivo.

 

Así el entrenador deberá analizar el funcionamiento del equipo observando el equilibrio que muestra dependiendo de los condicionantes de la situación propuesta, y gestionar estas fases de equilibrio – desequilibrio para que el equipo se auto- organice y logre una funcionalidad superior, siendo este probablemente el mayor indicador de la carga en el proceso de entrenamiento. De todas formas las consecuencias prácticas de esta perspectiva del funcionamiento del equipo como sistema dinámico van a explicarse más ampliamente en el apartado de metodología.

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