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Estilo de enseñanza: donde deberíamos apuntar

Del libro «coaching for performance» de John Whitmore, tomamos este fragmento del cual nos sentimos muy identificados, ojalá despierte en cada lector un sentimiento de cambio en la manera de abordar el entrenamiento en el fútbol formativo, este documento nos muestra otro estilo de enseñanza generalmente estamos acostumbrados a realizar. Un documento que invita a reflexionar al técnico deportivo sobre el proceso de enseñanza – aprendizaje a desarrollar ante los jóvenes futbolistas.

Nada es permanente, con excepción del cambio. Pertenecemos a una sociedad consustancialmente ligada al cambio en la que el saber evoluciona y nos abre nuevos horizontes diariamente. Lo que hoy es válido en el fútbol, mañana puede resultar ya superado o anticuado. 

El camino al éxito está siempre en construcción. Es un proceso permanente y no una meta que se debe alcanzar. Por encontrarse también el juego de fútbol en una constante evolución, cada técnico debe procurar adaptarse a las nuevas exigencias y evolucionar sin pausa para no quedarse atrás. 

La meta principal en la formación de técnicos de fútbol ha de ser crear entrenadores capaces de hacer cosas nuevas y no sólo repetir lo que han hecho otras generaciones de técnicos. Necesitamos más maestros creativos con capacidad de innovación. En vez de enseñar a sus alumnos todo lo que saben, deberían procurar despertar con métodos más eficaces todo el potencial dormido en cada uno de sus discípulos, llevándolos más allá de sus limitaciones.

¿Cómo se consiguen estas metas? Tanto los docentes que forman los futuros técnicos de fútbol así como los entrenadores que trabajan diariamente en el terreno de juego deben procurar:

fomentar el pensamiento divergente de sus alumnos,
facilitar la libre expresión de cada uno de los individuos,
impulsar la creación de nuevos movimientos técnico – tácticos,
premiar la innovación
dejar más libertad al alumno.

En resumen deben aplicar otro estilo de enseña que no se base en el comando. En vez de ser instructores y entrenadores deben convertirse en creadores, planificadores, observadores y consejeros expertos que alienten a sus alumnos a avanzar y a superarse a si mismo y también a su maestro. 

Hasta hace poco, la enseñanza del fútbol enfocó principalmente la ejecución de los gestos técnicos, dejando al lado aspectos cognoscitivos y de la motivación. Pero entrenar y jugar al fútbol sin pensar es como tirar a portería sin apuntar.

Hoy en día, con el modificado rol del técnico , éste en vez de ser el profesor de técnica debe convertirse en un maestro que aparte de estimular las capacidades técnicas – tácticas – físicas y volutas asegura un aprendizaje óptimo de las capacidades cognoscitivas , considerando sistemáticamente los procesos de percepción, análisis y tomo a decisiones del alumno en las sesiones de entrenamiento. 

La enseñanza basada en el comando que no permite la activa participación del alumno, tiene que ser sustituida por una enseñanza indirecta, de planteamiento de problemas en la cual el maestro desarrollo la capacidad del jugador de pensar , de reunir datos, de evaluar, juzgar y organizar la información , de recordar soluciones, de proyectar, de llegar a conclusiones, de imaginar inventar y crear (como demuestran los programas formativos propuestos en mis libros «Fútbol a la medida del niño» y «Fútbol a la medida del adolescente»). 

En estos programas se respeta en todo momento el importante consejo que el poeta Johan Wolfgang von Goethe nos dio hace más de 220 años: «Nuestra juventud prefiere ser más estimulada que instruida».

Según John Whitmore, un futbolista recuerda después de 3 meses sólo un 10% de lo que le ha hablado o instruido su técnico y 32% de lo que el entrenador le ha demostrado y explicado. Pero en caso de que el jugador ha experimentado propiamente la misma situación con ayuda del técnico, recuerda un 85%. 

Por ello, hace falta involucrar mucho más a nuestros jugadores en el proceso de enseñanza – aprendizaje para conseguir futbolistas más completos e independientes de los frecuentes consejos de sus técnicos.
Bryant J. Cratty sostiene: «El verdadero aprendizaje sólo se cumple, transfiriendo a los alumnos las decisiones que hasta ahora estaban a cargo de los entrenadores».

Bloom considera la creatividad como la forma más elevada de actividad mental y de los logros humanos , pero hay que actualmente pocos técnicos que saben estimularla . La creatividad tiene mucho que ver con el juego. ¡Toda la recreación es una re-creación !
Hoy los estilos de enseñanza y los rígidos métodos que se utilizan en casi la totalidad de los campos del fútbol, tienden a estrangular más la fantasía, la imaginación, la capacidad de creatividad y innovación de nuestros jugadores que estimularlas.

En vez de dar a sus jugadores suficientes oportunidades para cultivar esta capacidad más o menos innata en cada individuo, como ocurre en una enseñanza sin la presencia de un técnico, los jóvenes dejan dominarse frecuentemente por el omnipresente entrenador que pretende controlar todo. Cediendo ciertas decisiones o libertades a sus jugadores, teme perder el control de la situación.

El auténtico técnico de fútbol suscita ideas y abre la mente de sus jugadores para que estos las mejoren y tengan posibilidad de generar nuevas ideas. Su función trascendental es de «hacer pensar a los demás», como contraposición a la acción de «pensar por los demás».

Generalmente, un entrenador que sabe mucho no suele convertirse en un buen técnico porque, frecuentemente, no sabe retener su sabiduría y su experiencia. Suele dar constantemente instrucciones a sus jugadores sobre qué hacer, cómo y cuando hacer, sin saber que esta manera contribuye a limitar su formación. 

«Con demasiada frecuencia damos a los niños soluciones que recordar , en vez de problemas a resolver» (R.Levis). Son los futuros maestros que deben transferir los problemas a sus alumnos, procurando que sean resueltos por los jugadores y no por ellos mismos. 

Para conseguirlo, es imprescindible para cada técnico aprender a preguntar muchas veces durante un entrenamiento a sus alumnos en vez de dar instrucciones. Así, convierte a sus alumnos en unas personas activas, que participan en su proceso de enseñanza y aprendizaje hasta que el maestro sea estimulado por las nuevas ideas de sus alumnos que han surgido gracias a sus preguntas.

Un ejemplo: Cuando el profesor dice: «Estas flores son rojas» la calidad de la información que recibe el alumnos inferior a la que suele generar propiamente cuando le pregunta: «Descríbeme con todo el detalle como percibes los colores de las flores!» Según el cambio de la luz y el ángulo de su vista, el alumno, sin duda, genera una información propia más rica, correcta y se memoriza mejor que aquella generada por la instrucción del profesor.

Además un resultado obtenido por una información directa («Ha sido un pase malo») es siempre inferior que una generado por un comentario indirecto: «¿Cómo valoras la calidad de tu último pase, teniendo en cuenta las posibilidades de continuar con el juego el receptor del balón?».

 

Preguntando con cierta frecuencia y presentando así problemas a sus alumnos (que ellos hasta ahora no han considerado como problemas), el maestro de fútbol desarrolla en los jugadores la habilidad de enseñarse a sí mismo, abriéndoles una puerta a una mejora continua y al descubrimiento de muchos secretos del juego.

 

Preguntas abiertas que empiezan con «qué», «cuándo», «quién», «cuanto» y «cómo» requieren respuestas descriptivas y hacen al jugador consciente de muchos detalles que intervienen en la solución del problema. Al contrario, preguntas cerradas cuyas respuestas son simplemente un «no» o un «si», cierren la puerta al descubrimiento y la exploración de los detalles, lo que un buen técnico intenta evitar.

Enseñar por medio de preguntas, obliga al alumno a pensar, a examinar, a juzgar a mirar y evaluar. Instruyendo de forma tradicional, no estimula ninguno de estos procesos. Invita a la pasividad, lo que cada entrenador tiene que evitar.

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