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La Globalidad

“Se trata aquí de una noción típicamente compleja: cuando se ve la unidad, se ve la diversidad en la unidad y, cuando hay diversidad, se busca la unidad.”

(Morín, 1990)

“El futbolista debe guardar el gusto por jugar y el deseo de perfeccionarlo, sólo a partir de aquí es necesario para estar de acuerdo con la idea que va a defender, ya que es vital la calidad individual, donde es mayor la capacidad de coordinar todos los elementos en juego”

(Valdano, 1998: 238)

 

 


 

 

Para aclarar el concepto de sistema, Saussure (1931 cit. Durand, 1979:13) nos refiere que es “un conjunto organizado por elementos solitarios, que pueden definirse apenas unos en relación a otros, en función de su lugar en esta totalidad.”

Teniendo en cuenta esto, ¿cómo conceptualizar las entidades colectivas y sus elementos es decir, cómo concebir el juego como fenómeno colectivo y los jugadores como parte de esta entidad? Según Kaufmann y Quéré (2001) surgieron dos concepciones, la “nominalista” y la “individualista”.

La concepción “Nominalista” comprende la entidad colectiva (el equipo) en sus términos generales a través de los conceptos de universalidad. Analiza el equipo como un todo compuesto por elementos independientes que pueden establecer relaciones entre sí. Esta concepción no diferencia sus elementos o los comprende en esta misma totalidad y por esto, apenas ve la totalidad, descuidando las particularidades y relaciones de los jugadores.

Se trata así de un “holismo” (escuela de pensamiento que considera los objetos o los fenómenos en su conjunto) que se basa en un concepto de unidad global abstracta. Combatiendo esta idea, Morín (1982: 200) cita de Pascal que considera imposible “conocer las partes sin conocer el todo, como conocer el todo sin conocer particularmente las partes.” Análogamente podemos decir que para conocer el equipo como una totalidad debemos comprender las relaciones de sus jugadores de la misma manera que para conocer estas relaciones (como las partes del juego) tenemos que comprender el equipo.

Por lo tanto, el concepto de totalidad no puede ser confundido con un holismo abstracto, es decir, la idea de unidad global que deja de lado el papel dinámico de sus partes, las interacciones interrelacionales de los sectores del equipo, las características individuales y las relaciones de los jugadores en diversos momentos del juego.

Reconociendo la importancia de lo individual en la constitución de las entidades colectivas, la segunda concepción “individualista” entiende que el colectivo es constituido por una pluralidad de elementos que deben ser analizados en su individualidad, a pesar de que puede establecer relaciones unos con otros (Kaufmann y Quéré, 2001). En esta perspectiva, el equipo se reduce a un análisis de sus jugadores en términos singulares es decir, entiende la entidad colectiva como una suma de jugadores que son analizados individualmente.

Sin embargo, Kaufmann y Quéré (2001) reconocen que, si bien las entidades colectivas – como un equipo – están constituidas por un conjunto de elementos, estos no tienen una existencia independiente como lo establece la concepción “Individualista”. Los elementos están “ligados” por una regla o ley, es decir, con una determinación lógica y por lo tanto, tienen una existencia relacionada como parte de esa entidad.

En este sentido Morín (1997:103) nos refiere que una unidad colectiva

no se reduce a la yuxtaposición de sus elementos, porque adquiere una identidad global, que es “superior a la suma de sus partes constituyentes”. Por lo tanto muestra que el sistema expresa un conjunto de propiedades que sus elementos no poseen por separado o en otro sistema. Teniendo en cuenta esto, podemos ver al equipo como un sistema que vale por su “todo”, porque las interacciones de sus jugadores, que hacen que la dinámica del juego presente determinadas características.

Por lo tanto, es una unidad constituida por jugadores que están relacionados entre sí, unos con otros, en las relaciones que definen el equipo y, por lo tanto, deben ser observados a la luz del sistema (equipo) que constituyen. De acuerdo con este la lógica, los equipos valen por su identidad, es decir, por su colectivo.

En concordancia con esta idea, Mourinho (2003) nos dice que el mejor equipo no es el equipo que tiene mejores jugadores, sino el que juega como un equipo. Desde esta perspectiva, este entrenador cree que más importante que tener un conjunto de jugadores, es fundamental que se relacionan de manera para crear una unidad colectiva. Por lo tanto, las relaciones e interacciones entre los jugadores son las que hacen del juego una actividad colectiva (de grupo) (Cunha y Silva, 1999).

Para esto, el equipo tiene un conjunto de jugadores con diferentes roles,

que condicionan o determinan las propiedades del todo (el conjunto). Entonces, la función que el jugador desempeña dentro de su equipo resulta de referencias colectivas. Según Kaufmann y Quéré (2001), en los fenómenos colectivos el sujeto aprende normas, valores y desarrolla capacidades (habilidades), adquiere hábitos en la socialización del todo, o sea, en las relaciones con los demás. En este contexto, el desarrollo de una dinámica colectiva (entiéndase el juego) hace que las exigencias individuales sean sobre-condicionadas por el papel en este equipo.

A fin de aclarar esta idea, fácilmente percibimos que en la Constitución del equipo los jugadores asumen funciones diferentes, pero reconocemos que los comportamientos a desarrollar en momentos defensivos, ofensivos y en las transiciones depende de la forma cómo el equipo juegue. Por lo tanto, tomamos como ejemplo el lateral derecho de un equipo que ataca predominantemente a través de situaciones rápidas y consecuentemente, asume una función dispar de un lateral derecho que actúa en un equipo que privilegia el ataque posicional corto y con circulación del balón por la defensa.

En este contexto, entendemos que cada jugador desempeña un determinado papel en el equipo y por lo tanto, la exacerbación de lo colectivo no es un concepto general o abstracto. En el desarrollo de la acción colectiva (entiéndase el juego), los agentes desempeñan funciones y lugares diferenciados pero complementarios, fijado por una norma de actividad que define esta colectividad (Kaufmann Y Quéré, 2001).

Por lo tanto, estamos de acuerdo con Frade (2003, en Martins, 2003) que

nos aclara que los cambios individuales son el resultado de un colectivo y por lo tanto, las propiedades que lo definen. En este contexto, los cambios individuales resultan de una configuración colectiva y por lo tanto, de las interacciones con los demás compañeros.

Reforzando este pensamiento, Kaufmann y Quéré (2001) afirman que los

elementos de las entidades colectivas son interdependientes y se pueden concebir en varios niveles: los elementos, las partes y el todo. En esta perspectiva, el juego es un fenómeno colectivo que se constituye en las relaciones individuales, grupales y sectoriales de jugadores. Se trata de una entidad cuyas interrelaciones son partes de un todo, con una configuración y un sentido que contextualiza estas mismas interacciones individuales, grupales y sectoriales.

Tratando de aclarar esta idea, consideremos como ejemplo un objeto que muestra esta lógica de pensamiento. Imaginemos una torta que toma en su totalidad constituida por varios ingredientes como el azúcar,

huevos, entre otros. Sin embargo, la torta es algo diferente de sus ingredientes que dejan de ser partes aisladas para asumir una totalidad con los demás y adquirir una nueva expresión. Así, las partes de la torta no son el azúcar o los huevos, pero son cortes y las migajas de la propia torta y por lo tanto, si queremos conocer el conjunto a través de sus partes no podemos mirar los ingredientes, ya que estos se contextualizan en las relaciones que establecen con los demás para ganar una forma propia. Se supone por esto un objeto colectivo cuyas partes deben ser consideradas a la luz del mismo.

Llevando este concepto de colectivo hacia el juego nos damos cuenta que se trata de un todo que resulta de interacciones individuales de los jugadores, que se constituyen en las “migajas” del pastel. Y así, esta comprensión de lo colectivo nos lleva a considerar las relaciones de los jugadores como partes del mismo todo. Por lo tanto, las partes pueden estar al nivel de relaciones colectivas, sectoriales, grupo de jugadores como constituyentes de un juego.

Compitiendo en esta perspectiva, Guilherme Oliveira (Anexo 1) nos dice

que entiende el juego como “una dinámico de conjunto, pero que tiene sub-dinámicas que están relacionadas con esta misma dinámica de conjunto”. Así, entiende el juego como una unidad colectiva resultante de las relaciones que los jugadores establecen entre sí.

Partiendo de este pensamiento, este autor añade que inicia el abordaje del juego con sus jugadores de una forma global, es decir, de cómo el equipo debe jugar en diferentes momentos del juego para que los jugadores se acostumbren a este juego (el todo). Esto se debe a que “el colectivo sólo es más fuerte cuando todos los jugadores, todos los sectores y la articulación entre los sectores comienza a ser muy fuerte” y para esto los jugadores tienen que darse cuenta que “la articulación entre los sectores, la forma cómo los sectores tienen que jugar, la forma como individualmente se tiene que comportar ante sus compañeros, hacen el equipo”. A partir de aquí, los jugadores se acostumbran al colectivo.

Tratando de aclarar esta idea, da un ejemplo: “en términos defensivos quiero que el equipo defienda en zona. Entonces, la primera idea que les transmito es como el equipo todo va defender la zona. Va a defender con las líneas próximas o cercanas, tanto a lo largo como a lo ancho, cómo se articulan estas líneas entre sí (…). Después de que ellos perciben todo esto, yo voy a decir cómo quiero que el sector defensivo defienda, el espacio entre los jugadores, en el caso de que los jugadores de equipos contrarios se posicionen de determinada forma cómo es que el sector defensivo juegue de acuerdo a esto, si el balón está en determinada zona, donde los jugadores se deben colocar; si están en otra zona cómo es que se posicionan. Y esto, tanto para el sector defensivo, como para el sector medio y para el sector atacante. Ellos sólo comprenden esto cuando ya entienden lo general”.

En este sentido, el concepto de globalidad implica una relación todo-partes concreta donde la dinámica individual adquiere un sentido dado en función de la unidad colectiva. De acuerdo a este entendimiento, el juego es un todo dinámico cuya identidad colectiva es el resultado de una Organización, que le da o confiere una lógica. Por lo tanto, el papel individual que el sujeto asume en el desarrollo de esta instancia colectiva se convierte en objetivo, es decir los comportamientos adquieren un significado determinado.

Este enfoque sistémico refuerza así el carácter de la interrelacional de los jugadores y que nos lleva a considerar otro concepto fundamental: la interacción.

Ejemplo Ejercicios Global

 

4º. Organización Ofensiva Intersectorial (de la Defensa y Mediocampo) con Transición: con el objetivo de mejorar el juego por la zona central en cada mitad de campo hay cuatro atacantes (3 medios + 1 delantero, por ejemplo) con dos apoyos laterales, que tratan de marcar gol a los tres defensas. En el caso de que las defensas ganen la posesión del balón realizan la transición ofensiva hacia la otra mitad del campo donde se encuentran cuatro compañeros y dos apoyos laterales – para facilitar la transición. En caso contrario, el equipo que pierde la pelota procura recuperarla inmediatamente.

Cuando el equipo de los atacantes tiene la pelota la circulan de manera que puedan crear desequilibrios en el equipo de los defensores para marcar gol. Desarrollan así la Organización Ofensiva y cuando pierden el balón deben presionar rápidamente al portador de la pelota y cerrar el espacio alrededor

de la misma.

 


Extractado de “EL DESARROLLO DEL JUEGO, DE ACUERDO A LA PERIODIZACIÓN TÁCTICA” – Marisa Silva

 

conocer las partes sin conocer el todo

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