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La presión del retiro de la profesión en un jugador

Mientras dan sus últimos pasos, se ven en el camino inevitable del ya no ser. Retirarse o retirado, de cualquier forma presienten el impacto.

La presión del retiro en el jugador de fútbol, aparece amenazante.

Ser y ya no ser, esa es la cuestión

En el artículo anterior, escribí sobre presiones externas que incidían en la capacidad técnica y atlética de los jugadores. Siguiendo esta misma línea, decidí ahondar en una temática que es moneda corriente en Sudamérica: la crisis al momento del retiro.

No es azaroso afirmar que se vea como crisis más por estas latitudes que en Europa, por ejemplo, ya que la mayoría de los futbolistas que surgen en esta parte del mundo, son de procedencia humilde y la repentina gloria con todo lo que ello acarrea, los sumergen en una burbuja que explota y los hace caer desde lo más alto. Aunque nos parezca odioso, la teoría darviniana se hace presente: sólo los más fuertes sobrevivirán.

Mientras dan sus últimos pasos, se ven en el camino inevitable del ya no ser. Retirarse o retirado, de cualquier forma presienten el impacto. Es el principio del fin, el mal presagio se avecina a sus puertas, como la muerte primero y como la reencarnación en otra realidad. La imagen oscura, desconocida, rodeada de silencios y dudas; un descalabro en su mundo de sucesos.

Hay dos maneras de retirarse.

  1. Que el jugador se retire por voluntad propia, porque le cuesta entrenar, porque el ambiente lo desgastó, por una lesión, porque cumplió sus objetivos, etc. Todas razones que pasan por la propia elección, y suponen un “anticiparse”, un pensar cómo ocupará su vida de allí en más.
  2. Que el fútbol, lo retire al jugador, porque ya no rinde como antes. Los directivos o el entrenador “deciden” que el futbolista no está en condiciones de jugar. Se suele “disfrazar” de diferentes maneras: el contrato es muy alto o hay que dejar subir la sangre joven, por citar algún ejemplo.

La mayoría de las veces, se confirma la segunda opción y esto lo hace todavía más dramático. La sorpresa y la no “preparación psicológica” del futbolista hacen el resto, lo que deviene en que este se sienta una “basura ya descartada”.

La frase “lo único que supe en mi vida fue patear una pelota” toma una dimensión preocupante en la coyuntura de crisis socio-económica actual. Sólo un pequeño porcentaje sigue ligado íntimamente a este deporte, ya como entrenadores, periodistas deportivos, empresario de jugadores, docentes, etc.

Llevan ventaja los que tuvieron la precaución de prepararse para el impacto, ya desarrollaban una actividad comercial o de capacitación profesional durante la carrera de futbolista. Los demás, confrontan un “vacío” que impulsa en la mente de muchos de ellos la idea del suicidio. Fueron pocos los que lo efectivizaron concientemente, pero hay claras maneras inconcientes de hacerlo: alcohol, barbitúricos, etc.

El tema del retiro, es un tema multifactorial, hay muchas variables a la hora de dejar una actividad, que no precisamente tiene que se deportiva. El abandono de la tarea, aquello que alimenta su vida cotidiana, que es ya una rutina, de repente deja de existir, se parece mucho a una jubilación. Se reconfigura de una manera nueva y novedosa el uso y manejo de la disposición del tiempo.

El jugador, a diferencia de un trabajador común que tiene previsión de su actividad, está sometido a la agenda cambiante del fútbol, es demasiado imprevisible lo que le depare, tiene que tener una disponibilidad del 100 por 100, vive fuera de su casa.

Tenemos un deportista que se enfrenta a una realidad que le era ajena, porque la propia casa es un espacio ajeno. Le es más conocido el ambiente del vestuario, de los jugadores con los que comparte la actividad que el propio domicilio; inclusive, le es más fácil la relación con otros jugadores de fútbol, con los dirigentes y con otras figuras de autoridad, que con los propios integrantes de la familia. Hay jugadores que no se enfrentan tanto al problema de dejar la actividad deportiva, como al de sentarse con su hijo a ayudarle con alguna tarea, porque no saben cómo hacerlo, no los conocen.

Roberto Perfumo, en su libro “Jugar al Fútbol”, no lo podría sintetizar mejor: “Lo peor del fútbol es tener que dejarlo, esto lo sabe cualquier jugador profesional”, y continúa: “No lo piensa ni le preocupa mientras juega; es más, ve el ocaso como algo lejano que le puede suceder a los demás y de repente, a los 35 o a los 36 años como en mi caso, se encuentra con una jubilación que no quería y que no importa cómo le llegó…”.

El “colorado” Mac Allister, sostiene con más optimismo que “retirarse, es volver a nacer de nuevo, el futbolista vive programado: durante mucho tiempo le dijeron a qué hora debería levantarse, a qué hora entrenarse, a qué hora ir de cuerpo, a qué hora tener sexo, a qué hora lavarse los dientes…por eso retirarse es un volver a nacer”, y no un morir, como lo considera el grueso de los jugadores.

Hay que preparar(se) para prevenir, se debe educar a los futuros jugadores desde las categorías inferiores. Pero esto, abarca otro análisis.

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